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lunes, 21 de diciembre de 2009

Los Huevos de Oro.








Dedicado a Giancarlo Cornejo quién supo despertar con sus ensayos, que hermosamente integran teoría queer con experiencia encarnada, a ese niño marica que fui. Quién supo despertar también mis ganas de escribir esta historia.




“Para un niño protogay identificarse con lo masculino (o masculinamente) puede implicar su propia borradura”.

Eve Kosofsky Sedgwick (1993: 161)




Cuando era niño, habré tenido unos ocho años para aquel entonces, estaba fascinado con una gallinita de plástico que ponía huevos con sólo presionarle el cuerpo, la vendían en Tiendas Ninní, una mercería-bazar del barrio Altamira. La mercería aun existe y la señora Ninní también. Era época próxima a la fiesta de navidad y yo buscaba excusas para que con mi madre pasásemos frente a la vidriera donde se exhibía la gallina.

Cuando estábamos cerca me adelantaba unos pasos correteando y me pegaba con las dos manos al vidrio, quizás se trate éste de mi primer recuerdo aurático y fetichista. Quería hacerle saber cuánto me gustaba esa gallina, que ahora imagino su valor era equivalente a unos diez pesos actuales, pero mi madre no lo registraba y si lo registraba no le daba (o no quería darle) ninguna importancia.

Si bien todavía no lo había confirmado, sospechaba que Papá Noel o el Niñito Dios (no tenía muy en claro quién era quién) no existía como tal, sino que se trataba de mis padres; de ahí mi insistencia para que mamá notase cuánto deseaba ese juguete.
Mi primo Tomás unos cinco años mayor que yo me repetía todo el tiempo que el Niño Dios no era real, que Papá Noel era mi papá. Yo percibía que Tomás quería fastidiarme, que lo decía para molestarme, para desencantarme. Cuando lo acusaba a éste con mi madre ella nuevamente no le daba ninguna importancia al hecho, me miraba y sonreía. Era dulce mi madre, pero de una dulzura inquietante.

Llegó la navidad y como es costumbre todos los mecanismos de las tecnologías performadoras de sexo y de género, como aquellos para el disciplinamiento de los cuerpos, se pusieron en marcha:

La gran madre, mi abuela, cocinaría todo (incluso aquellos mismos platos que mis tías se disputaban por llevar a la cena) y no cedería espacio para la consagración de ninguna de sus hijas como buenas amas de casa, como buenas cocineras. Las bombachas rosas como signos distintivos de pertenencia a un mundo desencantado, adulto y sexuado aparecían junto al árbol destinadas a todas las mujeres de la familia mayores de 13 años (a todas aquellas que, como se esperaba, ya menstruasen).

El balance acrítico, o la evaluación masturbatoria, que los varones de la familia hacían sobre su exitoso año laboral, la actualización de los modelos de sus autos, o las flamantes vacaciones que esperaban para los suyos eran directamente proporcionales a la cantidad de vino que servían en sus copas, a las excesivas inversiones en fuegos artificiales, a los manojos de llaves que colgaban de sus pasacintos, al tamaño de sus pijas.

Las mujeres cuchicheaban y se oprimían horizontalmente, sin ninguna solidaridad filial o de género: las hermanas, las primas, las tías y mi abuela se reunían en la cocina, en el baño, en el dormitorio, junto al armario donde guardaban los abrigos y las carteras, hasta en el garaje se amontonaban para chismosear y criticarse unas a otras, circulando coreográficamente por la casa. Mi madre siempre era la de las faldas más cortas, la del escote más pronunciado.

Los varones en cambio, desde temprano se reunían en la mesa principal alrededor de mi abuelo. Supongo (recuerdo) que para rendirle cuentas o para ganar su aprecio, un circo parecido a lo que hoy se conoce como un striptease, todos intentaban seducirlo, ser mirados por el padre, una palmada, una palabra, todos lo alababan, todos le festejaban cualquier ocurrencia y se peleaban por servirlo. En el fondo los varones de la familia añoraban el visto bueno de mi nono, su aprobación, deseaban algún gesto cariñoso, alguna confidencia, un contacto mínimo, un roce afirmativo y, porqué no, que les colocara algún que otro billete enrolladito en el pecho. O en el culo, al caso da igual.

Misterios de la homosociabilidad.

Y nos dieron las doce, el paquete de mi regalo era bastante grande. Por unos segundos especulé con la idea de que adentro habría cuatro o cinco gallinitas, pensé que como no sabían de qué color la quería, en una de esas me regalaban gallinitas blancas, rojas y anaranjadas. Esa idea duró sólo unos segundos, en cuanto abrí el envoltorio un mar de lágrimas me invadió los ojos y desconsoladamente comencé a llorar.
Chillaba con un berrinche que ni Andrea del Boca podría haber superado en su mejor actuación. Me habían regalado un Mercedes Benz rojo a control remoto, de unos sesenta centímetros de largo. Lo odié. Los odié. Descubrí que Papá Noel no era otro que mi padre, ese rojo era su auto favorito. Le había costado un sueldo entero el juguete, era lo que a él, siempre contaba, le hubiese encantado que le regalen cuando niño. Mi padre también me odió. Yo no sólo lloraba por el auto (por ese modo con que mis padres me desconocían), empecé a gritar también que quería mi gallinita, una y otra vez, cada vez más y más fuerte. Vi la frustración en la cara de mi padre, y vi el gesto de triunfo en los rostros de mis tíos. Todo ese sueldo tirado a la basura.

La navidad murió esa noche para mí. Papá Noel era mi padre, era mi abuelo, eran ellos, los machos proveedores. El Niño Dios era varón, heterosexual y aceptaba la voluntad del Padre. El niño también murió esa noche. Les enseñé que ese Niño no existía más que sus cabezas, que mi deseo marica lo había matado.[1] Palpé con dolor todas esas expectativas horrendas (machistas, repoductivistas) puestas en mí y se las devolví como un escupitajo vociferando que quería mi gallina, vociferando que nunca sería heterosexual como ellos esperaban.

Me compraron la gallina unos días después. En esos días aprendí a elaborar mis primeros mecanismos de defensa, de supervivencia: La resignificación, La resemantización del objeto. Antes de conocer si quiera la existencia de un tal Duchamp, yo ya lo había experimentado.

Mi abuela me regaló un salero y pimentero de cerámica con forma de huevos apoyados dentro de una canastita en cuyo centro había otra pieza, también de cerámica, que emulaba una gallina, otro obsequio navideño errado, al menos para mi abuela que ya tenía como siete saleros. Desde entonces amo el Kitsch.
Por lo demás en el Mercedes rojo viajaron durante varios meses las muñecas Barbies -rubias, rosadas y sonrientes- que tan expectantes le regalaron a mi hermana Macarena para esa navidad.



[1] Giancarlo Cornejo cita en su ensayo Mi declaración de guerra al niño heterosexual a Kathryn Bond Stockton (2002) cuando nos dice que la existencia del niño gay es retroactiva. Sólo ahora puedo decir que “a los ocho años yo era un niño maricón”, pero en ese momento, a los ochos años, me resultaba imposible dado el sistema cultural heteropatriarcal poder declarar “yo soy un niño maricón”. Un niño maricón siguiendo esta idea es el signo de la muerte de un niño heterosexual.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Taller de Pensamiento y Reflexion Gay en Córdoba

Volante Taller de reflexión y pensamiento gay
Edición :Juan Manuel Burgos


Taller de Pensamiento y Reflexión en torno a cuestiones Gays I
Algunos Objetivos:

Compartir experiencias con otros varones gays u homosexuales.

Poder contar/ narrar/ verbalizar nuestra posición frente a la condición gay, nuestra autoconciencia con respecto a este anclaje identitario, y compararla con las experiencias de los otros compañeros.

Poder contar/ narrar/ verbalizar experiencias de visibilidad y afirmación, rescatar los puntos positivos de estas experiencias, las ventajas y los beneficios de la visibilidad como así también los riesgos, y desventajas potenciales que supone cada nueva afirmación.

Poder contar/ narrar/ verbalizar experiencias en las que uno haya padecido violencias (físicas, psicológicas, verbales, etc.) debido a su orientación sexual o a su expresión de género, los modos en que esas violencias fueron superadas o marcaron nuestra historia personal.

Brindar y ayudar a detectar algunas herramientas que nos fortalezcan y empoderen para salir del closet, es decir para poder aceptar nuestra propia orientación sexual y compartirla o hacerla extensiva con los demás.

Poder detectar algunas formas de violencias, de fobias internalizadas y de aquellas operaciones homofóbicas que son poco evidentes.

Recuperar en las distintas experiencias de los participantes del taller fortalezas, estrategias y riesgos, que podamos evaluar y aplicar para optimizar nuestra propia experiencia personal.

Taller Drag King en Córdoba.


Volante Taller Drag King en Córdoba
Texto Bruno Viera.
Edición Juan M. Burgos.

Sobre la serie HETEROTIPOS.-

Para llevar adelante la serie Heterotipos me propuese trabajar a partir de un texto de Joan Fontcuberta del libro El beso de Judas. Fotografía y verdad, el capitulo “Elogio del vampiro”. Aquí la noción de representación se revisa en el marco de la fotografía (y la relación de esta con los espejos), el autor explora las relaciones entre el objeto, la imagen, la verdad y la poética. Concluye así, en que la cámara fotográfica funciona como un dispositivo que se rige de acuerdo a las intenciones de su uso, y el resultado de la imagen fotográfica abarca desde una constatación científica hasta la fabulación poética.

El autor habla de categorías en el mundo de la representación tales como la seducción por lo real o, en contraposición, la presencia escondida y la desaparición. Para esto toma como ejemplos paradigmáticos a Diane Arbus y a Cindy Sherman asociándolas en cada caso a las figuras de Narciso y de los Vampiros. Para la primera la imagen fotográfica tiene una doble naturaleza (como documento y como arte) y presupone la existencia de un sujeto que observa y de una alteridad que es observada, de este modo la fotografía (el lenguaje) configura el lazo entre el objeto y el sujeto, y lo real es, para Arbus, el mundo físico, los hechos y las cosas tangibles que preexisten a nuestra experiencia. Para Sherman lo interesante no es la experiencia directa de la realidad sino justamente su sedimento, sus imágenes remiten a otras imágenes, para ella la identidad es un conjunto de clichés, sus disfraces evocan la despersonalización y la noción de identidad como puesta en escena, con lo cual nosotros mismos somos lenguaje, somos un producto cultural, la realidad es sólo un efecto de la construcción cultural. Fotografiar constituye una forma de reinventar lo real, de extraer lo invisible y de revelarlo.

Sumando a su análisis las propuestas de Daniel Canogar y de Keith Cottingham, Fontcuberta nos invita a pensar en el falso realismo, en la recreaciones artificiales pero realistas que dan por resultado unos montajes sin costuras, unos collages más mentales que físicos: Construcciones intelectuales que se muestran como tales, que intentan evidenciar la fragmentación entre la imagen y el objeto (la materia). Estas imágenes fotográficas que ya no encuentran sostén en la firmeza de nuestras creencias devienen “apariencia o huella, ficción o indicio”.

Siguiendo con esta propuesta de Fontcuberta, sobre la imagen fotográfica como representación, me interesa introducir algunas reflexiones de Judith Halberstam en las que ha explorado las relaciones entre masculinidad y representación desde una perspectiva histórica a partir de dos preocupaciones principales: por un lado la diferencia entre representación y representatividad (i) y por el otro la resistencia de la cultura hegemónica a aceptar la masculinidad en términos de performance (ii). Para esto Halbertam toma como referente la obra fotográfica de Del Lagrace Volcano, con quién trabajó conjuntamente en “The Drag King Book”. Señala haciendo una relectura de los actos del habla de Austin el concepto de representatividad (performatividad) entendido y desarrollado desde la teoría queer para referirse a los actos a través de los cuales los sujetos podemos construir la realidad, en este caso el enfoque está puesto en la construcción del género (aunque también indica la necesidad política de no descuidar otras relaciones en la construcción de la representación de la masculinidad con la raza y la clase). De este modo se abre al interrogante: ¿cuál es la relación entre esta concepción de la representatividad (relacionada con la creación de identidad) y las representaciones teatralizadas que articulan las escenificaciones de los drag kings? Por otro lado va a cuestionar las concepciones históricas de la feminidad como representación (como mascarada) y la tendencia a pensar en la masculinidad como una identidad antiperformativa (como aquello que no se puede representar).

La distinción entre drag kings y trangéneros, señaló Judith Halberstam, es muy ilustrativa para entender la diferencia entre representatividad y representación. Así, mientras las primeras buscan una escenificación teatralizada de la identidad masculina que incluso presupone una audiencia, los trangéneros optan por una vivencia de la masculinidad más orgánica e integrada en su vida cotidiana.

Nuevamente se trazan las relaciones entre representación y verdad, sólo que esta vez los cuestionamientos van más allá del acontecimiento artístico, lo que plantea la filósofa es pensar al género todo como una construcción performativa y a la identidad de género como un juego de espejos en el que la performance artística de los drag Kings viene a ser una vuelta de tuerca más del concepto de representación que nos coloca ante una performance de la masculinidad que ya no se inspira en un supuesto "original masculino", sino en una escenificación anterior de la masculinidad: Tal es el caso de un drag King que emula a otro drag King que a su vez imita a Elvis Presley .

Tanto la teórica como el artista asumen la existencia de una fuerte conexión entre el sujeto de la enunciación y el objeto de estudio en sus investigaciones sobre las prácticas performativas de la masculinidad. Al respecto dice Del: “Soy un terrorista del género […] un terrorista del género es cualquiera que consciente e intencionadamente subvierte, desestabiliza y desafía el sistema de género binario…"

El proyecto que emprendí originalmente en el contexto de la cátedra Lenguaje Plástico Geométrico II, de la Universidad Nacional de Córdoba, denominado Heterotipos, consiste en trabajar desde la imagen fotográfica reflexionando sobre estas nociones representatividad y representación, cuestionando no sólo creencia de una transparencia entre la imagen fotográfica y la realidad, sino entre las nociones de masculinidad y verdad ( no representable), y del binario sexo-género.

Siguiendo la propuesta de Del Lagrace Volcano me planteo trabajar con mujeres que personifiquen estereotipos de masculinidad, pensar en transformar a personajes que de otro modo serían considerados abyectos en íconos culturales, indagar sobre registros locales de masculinidades. En este caso las propuestas fotográficas no tendrían como objetivo un registro testimonial (ya que de hecho no hay en Córdoba un movimiento drag king) aunque considero que puede resultar muy interesante que a través de la invitación lúdica para estas fotografías las prácticas drag kings adquieran mayor visibilidad en los espacios artísticos y públicos.

Es de mi interés trabajar estas imágenes a dos niveles (con dos tipos de fotografías): por un lado que el personaje interpele con la mirada y la pose al espectador, la plena autoconsciencia del registro fotográfico, por el otro que el personaje no mire directamente a la cámara, sino que este interactuando con el espacio (Escenográfico) haciendo la parodia (y por qué no la ironía de la masculinidad).
Para la materialización de este proyecto me encargaré tanto de la caracterización (vestuario, maquillaje y diseño) del personaje y de la escenografía como de la edición (de las fotografías).
Con respecto al montaje de las fotografías, es decir a la forma de hice lo siguiente:
revelé las fotografías en tamaño A3 (unas 15 fotos) sobre papel adhesivo y pegué las imágenes en baños públicos (de varon/hombre/sexo masculino) de la universidad, sobre mingitorios, con esta intervención buscaba:

a) Unas condiciones y un contexto de enunciación alegórico y periférico.

b) Mantener cierto anonimato como autor de las piezas fotográficas (silenciar un poco esto)

c) Desacralizar en alguna medida a las piezas en tanto "obras"

d) Que la escala devenga grande o macro teniendo en cuenta la posición de los espectadores que orinan en los mingitorios (la fotografía ocupó todo su campo visual)

e) Los usuarios de los urinarios devienen público, y se ven interpelados de manera homoerótica y paródica por los estero(tipos) de la fotografía mientras sostienen su pene entre las manos, recordemos que los baños públicos (lugares de reafirmación de la masculinidad por excelencia) funcionan como una tecnología de género*.

d) Todas las mujeres que colaboraron en la realización fotográfica ingresaron a través de la imagen, como hombres (contrarepresentacionalmente), al espacio público (y privado) de esos baños.

e) La obra se tornó efímera, fue intervenida y violentada por profundas y arraigadas fobias sociales, como así también se rescato su dimensión estética, lúdica y de intercambio debido a la actividad graffitera que caracteriza a estos espacios

*Recordemos el articulo "Basura y Género" de Beatriz Preciado, en el que la autora habla sobre la construcción del género en los baños públicos.

Drag Kings

(Carla Vico).
FOTOPERFORMANCE
DE LA SERIE HETEROTIPOS
CÓRDOBA 2009

(Macarena Burgos).
FOTOPERFORMANCE
DE LA SERIE HETEROTIPOS
CÓRDOBA 2009

(Sofía Chaij).
FOTOPERFORMANCE
DE LA SERIE HETEROTIPOS
CÓRDOBA 2009

(Macarena Burgos).
FOTOPERFORMANCE
DE LA SERIE HETEROTIPOS
CÓRDOBA 2009


(Ivana Pivatto).
FOTOPERFORMANCE
DE LA SERIE HETEROTIPOS
CÓRDOBA 2009





De la serie "HETEROTIPOS" algunos ejemplos de parodias
a estereotipos de masculinidad locales.
Maquillaje, Vestuario, ambientación, Producción, Fotografía y Edición por Juan Manuel Burgos


jueves, 17 de diciembre de 2009

8 de marzo día internacional de Todas las mujeres.



No importa quién.
No importa qué día.
No importa a qué hora.
No importa porqué razón.
No importa por cuanto tiempo.
No importa de qué modo, ni qué tanto.

Tod*s podemos ser una MUJER.

8 de marzo día internacional de Todas las Mujeres.

Colección “Visible” y la problemática GLTB Córdoba España.





Presentación de Juan Manuel Burgos.

Cuando me invitaron a participar del panel de presentación de una muestra de arte GLTB, lo primero que vino a mi mente fue la pregunta ¿Puede existir un Arte GLTB? Y de existir un arte así, un arte fuertemente identitario ¿dónde reside tal identidad? ¿en quien ejecuta la obra? ¿en la misma obra a través de su temática o de algún otro aspecto? ¿La identidad GLTB de una obra reside en quien la observa? ¿Hay una mirada GLTB?

Dejo estas inquietudes abiertas para reflexionar entre todos, pero antes de dar cualquier respuesta a estas me parece importante analizar algunos aspectos de la cuestión GLTB en relación al arte y a prácticas culturales.

Por un lado no podemos negar las relaciones que los grupos que conforman las siglas GLTB mantienen con algunas prácticas culturales por ej: los Gays con la música electrónica. Mujeres lesbofeministas con la performance, la dirección cinematográfica y con la música popular (en Argentina con el tango y el folklore, en Brasil con el bossa nova, en México con los danzones, etc). Las relaciones que establecen las travestis y drags con el carnaval, el maquillaje, el diseño y la coreografía (voguing). Y finalmente la relación particular de algunos hombres trans con la fotografía, respondiendo no sólo a la ausencia general de registro trans en la práctica tradicional fotográfica sino también, al particular tipo de representaciones que ha tenido lo trans en dicha tradición (referentes de esto son por ejemplo Del la Grace Volcano y Loren Cameron). Por supuesto todas las relaciones mencionadas anteriormente no son cerradas ni excluyentes pero sí están instauradas en un imaginario GLTB.

Por otra parte me parece pertinente destacar otro tipo de relación que es la del arte con las agendas de política GLTB. Es decir, el arte como instrumento político que denuncia celebra, cuestiona y muchas veces nos invita a la reflexión. Creo que dentro de este marco relacional podemos situar a la Colección Visible. Una colección que pretende acortar las distancias entre la comunidad GLTB y el resto de la sociedad. Visibilizando y celebrando la pareja gay, el matrimonio gay y exigiendo los mismos derechos para parejas gays y lesbianas, pero también celebrando el arte de temática GLTB, sin importar si los autores de las obras se identifican o no dentro de dicha comunidad.

En lo personal considero que estas políticas de integración, asimilación y naturalización de la cuestión GLTB, como es sintomático en lo GLTB, no sólo se presentan de manera jerárquica dando prioridad y visibilidad a los grupos por separado y en el orden pertinente: G, l, t, b. sino que también y sobre todo aseguran que nadie se mueva de su casillero. Así encontramos una treintena de obras “gay con gay”, seis obras “lesbiana con lesbiana” y tan solo una obra trans que por suerte ya no muestra a la travesti sola haciendo una variete de circo, esta vez la representación propone “travesti con travesti”.

Es importante pensar que en la medida en que este tipo de muestras visibiliza celebra y reafirma, también, construye en un sentido preformativo, la noción de comunidad GLTB y de derechos, en este sentido creo que debemos advertir el carácter ficcional de esta comunidad, el problema de representatividad que la pregnancia de lo gay supone para el resto de los integrantes, y la distancia abismal entre los derechos civiles de gays y lesbianas (matrimonio, adopción) frente a los derechos humanos de travestis y transexuales (derecho al nombre, al trabajo, a la salud y educación).

Mi aporte a esta muestra es una mirada reflexiva hacia el interior de esta comunidad GLTB, sumando a la colección 6 piezas gráficas de montaje digital. Reversiones de la obra de Manet, almuerzo en la hierba, en las cuales, y siguiendo el juego que propone el autor de la original, algunos cuerpos aparecen abyectos y excluidos, respecto a otros pares de cuerpos que comparten características sexuales y genéricas. Así se muestra de qué manera factores como la corporalidad, la edad, la clase social, diferentes niveles de empoderamiento, prejuicios, paternalismo y el control de la expresión de género exacerban las fisuras intracomunitarias.

( para ver esta obra http://juanmanuelburgos.blogspot.com/2008/11/le-djeuner-montage-digital-2008.html )

Cito para finalizar, y para abrir al diálogo, una frase de Jane Gallop acerca de la identidad y que a mi criterio podríamos aplicar a la idea de un arte identitario:

“No creo en alguna nueva identidad que sería adecuada y auténtica. Pero no busco tampoco algún tipo de liberación de la identidad. Esto sólo conduciría a otra forma de parálisis: la oceánica pasividad de la indiferenciación. La identidad debe ser continuamente asumida e inmediatamente puesta en cuestión”

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Proyecto Ausentes

2009, Edición Juan Manuel Burgos

Marcha del Orgullo: “Somos travas, nos gustan las lesbianas”.

Foto del Portal cbaalternativa.com.ar
Marcha del Orgullo Gay en Córdoba
2009



Más al Oeste que el Oeste,
más allá de la tierra,
mi gente está danzando
en el otro viento.

Canción de la Mujer de Kemay.
In the other wind, Ursula K Le Guin.



Cuando se habla de cuestiones GLTB, se habla de las cuestiones de gays, lesbianas, travestis, transexuales, transgéneros y bisexuales, es decir que al mismo tiempo se habla de orientaciones sexuales y de identidades de género.

Tras la pasada marcha del orgullo en Córdoba me quedó claro que no somos todos iguales, que no tenemos los mismos derechos y que necesitamos más que nunca celebrar esa diversidad. Esa diversidad, no la diversidad.

Si nos importan más los derechos civiles de gays y lesbianas (como el matrimonio y la adopción) que los derechos humanos de personas trans (como el derecho al nombre y al acceso al sistema público de educación y salud) es algo que deberá evaluar cada uno de nostr*s personalmente. Mientras tanto la gente marcha, todos y todas marchamos pero cada cual en diferentes marchas:

Algún*s por una ley de identidad de género, matrimonio homosexual y derogación del código de faltas, otr*s por la igualdad de todas las personas del mundo, algún*s marchan por una remera y una caja de forros, hay quienes lo hacen para lucir los trajes que con tanto esmero han bordado.

Por lo demás las cosas siguen como cualquier fin de semana:

1) Zen trata de meter su carroza a la marcha con carteles publicitarios rompiendo así el pacto asumido con los organizadores (cosa que no hicieron otros espacios como Gloss y Bunker por ejemplo), dará a cambio un plato de comida (llamemoslé cena) a las drags que participen en su camión y que además si les queda algo de tiempo harán las veces de tarjeteras y repartirán flyers.

2) Diana y Jenny vuelven a hacer un Show en el que no mencionan al público trans, sólo se limitan a saludar a putos y tortas (como dicen ellas) y a agradecerle al chico de la organización (aunque las acababa de presentar una chica, etc). Misoginia y transfobia como es moneda corriente.

3) Varios heterosexuales curiosos, deseosos y fóbicos al mismo tiempo sacando fotos, burlándose, y con la sangre ardiendo de lujuria y de bronca por desearnos tanto.

4) La prensa amarillista buscando al hombre trans que tenga las tetas más grandes, o a la chica travesti del bulto más notorio. A las tortas más masculinas y a los maricones con pantalones entallados y musculosas blancas.
Pienso cuál es mi lugar en esa marcha, con quiénes estoy, pienso en ese exnovio mío que nunca podrá marchar porque debe conservar el trabajo y en esa amiga que no puede salir a mover las cachas por las dudas su abuela la vea por tv o su familia se entere.

Miro a mi alrededor fascinado, ese es mi lugar: El hombre y las cicatrices que amo saltando, mi amiga drag se baja del camión para abrazarme y circular con la muchedumbre, una costarricense intersex y un transexual chileno comiendo galletas, un antropólogo que acaba de ingresar a conicet repartiendo deseos, un amigo muestra sus tetas y otro las esconde bajo un chaleco para transarse cómodamente a varias cordobesas, superlesbian a un costado me guiña un ojo mientras que una lesbiana transgénero y una travesti ocupa, ambas sudorosas mezclan identidad y orientación, gritan y nos recuerdan que no somos tod*s iguales, que no somos tod*s normales y que estamos felices de no serlo.

El Aura.


Intervención Environment
La noche de los santos muertos
Grupo Puerta Roja
Fotografía Mauro Cabral
2009


En las últimas semanas fallecieron dos artistas muy querid*s del circuito gay de la ciudad de Córdoba que se encontraban enferm*s, la drag queen Mondula Leiton y el transformista Jorge Molina. Cientos de mensajes cariñosos de despedida inundan fotologs, blogs, paginas webs e incluso comentarios en facebook: incesantemente se suceden unos tras otros adjetivos como amig*, compañer*, solidari*, generos*, y talentos* (entre otros) para describir a est*s dos profesionales. Lo que resulta muy curioso es que gran parte de las condolencias suelen terminar con la misma metáfora que los distintos portales de internet han usado hasta el cansancio: se fue de gira para siempre (y todas sus variantes, “la última gira”, “la gran gira”, “una larga gira”, etc.).

Durante los últimos días de vida de Mondula amig*s y conocid*s organizaron improvisadamente por interet una colecta para colaborar y ayudar a apaliar algunos gastos surgidos por dicha situación. Conociendo las realidades materiales y económicas de l*s artistas de la noche rosa cordobesa, que no difiere mucho de las del resto del país no dejo de preguntarme: ¿Cuál es el cielo ese de strass y lentejuelas que lo encandila y lo ciega todo? ¿Cuán intenso es el brillo de aquellas estrellas que nos impide bajar la vista y mirar a los costados? ¿Por qué resulta imposible cualquier articulación terrena que problematice sobre las condiciones laborales vergonzosas de las reinas queer? ¿Hay articulación posible?

Llega un punto en el que nos urge dejar de lado esa mirada aurática (maravillada), contemplativa y alienada sobre estas Divas, y hacernos cargo que las divas también necesitan comer, pagar un alquiler, mantener una casa y acceder dignamente a la salud. Para poder celebrar y honrar a nuestr*s artistas debemos asumir un rol más crítico y reflexivo. Tenemos que movilizarnos para que las grandes giras se realicen acá en la tierra y en vida, no por medio de la buena onda o la generosidad de las estrellas, sino exigiendo a las discos y a los empresarios de la comunidad que reconozcan seriamente las propuestas drags y transformistas como un trabajo. Exigirles también un sueldo justo, condiciones dignas y legales, que realicen aportes y la posibilidad de una obra social a quienes durante años y por dos pesos llenan de gente sus boliches y no un simple homenaje hecho nuevamente a pulmón y gratis por otr*s compañer*s de escena.
Decir basta a esa explotación es nuestra obligación como público, mientras que como consumidores nos atañe reclamar calidad y posibilidades de crecimiento y perfeccionamiento artístico en los shows.

Un adiós inmenso a est*s grandes laburador*s, como ell*s se merecen. Ojala las circunstancias hubiesen sido distintas y ojala nos comprometamos para que no se repitan con nadie más.

Qué cosa fuera, corazón, Qué cosa fuera. (transformismo/ travestismo)

026 de la Serie Diálogos-
Pablo Gonzalez Padilla y Juan Manuel Burgos
Imágen digital


… un amasijo hecho de cuerdas y tendones,un revoltijo de carne con madera,un instrumento sin mejores resplandoresque lucecitas montadas para escena.

…un testaferro del traidor de los aplausos,un servidor de pasado en copa nueva,un eternizador de dioses del ocasojubilo hervido con trapo y lentejuela




Silvio Rodriguez



Unos meses atrás fuimos con mi compañero al evento Beep solidario, no por ser solidarios, para qué engañarnos, sino porque una drag amiga hacía show. Tratándose de solidaridad propondría que hagamos el evento en algún galpón y que toda la plata de entradas vaya al comedor de niños. Creo que si l*s artistas donan todo su trabajo, es justo que donemos todo el valor de nuestras entradas y no sólo una parte de lo recaudado.

Volviendo a la historia hubo muchos detalles que me incentivaron esa noche a pensar sobre el tipo de relaciones que se “tejen” entre l*s distint*s artistas y el público en general: transformistas, drags, gays lesbianas y travestis. La cuestión de las diferencias estéticas y el caso de la performance drag lo dejaré para analizar en algún otra entrega, ahora quiero concentrarme en algo más urgente. Luego ustedes dirán si comparten esta urgencia conmigo.

Notamos con una gran amargura que l*s tranformistas que conducían el evento, más allá del humor ácido tan característico de sus shows, en ningún momento registraron la presencia de personas trans (travestis, transexuales, transgénero) en el lugar. Abrieron la noche preguntando por l*s espectadores:

-Buenas Noches!! Cómo están hoy?? Hay putos esta noche?? Hay tortitas?? ¿¿hay algún bisexual? ¿¿hay chongos esta noche?? ¿alguna drag por ahí?

El publico respondía siempre, porque si hay algo que un* puede hacer cuando alguien te nombra es responder, si hay algo que uno puede hacer cuando alguien te insulta en broma o en serio, es devolver el insulto o resignificarlo, o reírse o gritar o dejar de ir a esos shows. Pero cuando un* no es nombrad*, cuando nadie pregunta si hay chicas travestis (como si los chongos fueran para colaborar con el comedor) o si hay chicos transexuales, o algún* de es*s que se identifican como transgéneros, lo que sucede allí es que un* queda anulad*, en una posición imposible, como si no existiera.

Al no nombrar a las personas trans se las está discriminando, se las está excluyendo como público y como colegas. Es importante no olvidar que son varias las chicas trans que hacen show en el beep como Fernanda Salomón y Florencia Montreal, por nombrar algunas y que muchas de esas son las que sostienen la noche, las que más aplauden, las que atraen más clientes, las que más consumen, las que son solidarias.

Cuando terminó el show nos acercamos con mi compañero a Jenny McKenna y le hicimos la observación sobre esta cuestión. Pasaron varios meses de todo esto. La semana pasada volví a presenciar un show y las cosas seguían como estaban, nadie menciono la palabra travesti, todo era puto puto puto. Parecía gracioso pero era triste.

A veces pienso que el estado debería reconocer la identidad de las personas trans y permitir que su nombre aparezca en el documento, pienso que en los hospitales los médicos tendría que reconocer a todas las travestis y llamarlas por su nombre al igual que en las escuelas a cualquier chico o chica transexual… pero cuando llega la noche y decido salir a divertirme un poco, me compro una cerveza y me amontono para ver un show, descubro espantado que quienes deberían empezar a reconocer la existencia de las personas trans somos tod*s aquellos que disfrutamos de los privilegios que supone no ser una de ellas.

Salir del closet con ropita cómoda.Dedicado a Darío y Sole.


Caja Objeto
Sofía Chaij- 2009

No somos gays ni lesbianas sino hasta aquel momento en que podemos compartirlo con a alguien más. Cuando un@ da ese gran paso que es animarse a decirle a los otros “soy gay” o “soy lesbiana” está haciendo algo mucho más complejo que comunicar una preferencia sexual (¿cuál?), le está diciendo a los demás -pero sobre todo a un@ mism@:

“No soy lo que se espera de mi, no cumplo con las expectativas que ingenuamente, injustamente y violentamente se tienen sobre mi persona. No soy lo que los demás piensan que soy, no soy los demás, no soy una prótesis, ni una promesa, ni una esperanza. No soy un hada madrina y mi complejidad no se reduce a cumplir los deseos de otros. Soy y seré lo que yo pueda, con suerte, lo que yo quiera”

Decidirse a salir del clóset, es un acto de valentía, un acto de amor para con un@ mism@, un acto de sinceridad inmensa, un acto que políticamente repercute en cada un@ de l@s que ya estamos afuera, una actualización de nuestras experiencias que incide positivamente sobre estas afirmaciones identitarias que asumimos y que, como dijo un amigo por allí, permiten que muchas otras cuestiones enclosetadas salgan afuera a ventilarse un poco.

En el último año dos de las personas más tiernas que conozco y que amo me eligieron a mí de entre muchos otros (inclusive sus familiares) para decirme/decirse por primera vez: Soy gay. Soy lesbiana. Cómo no celebrar esa valentía, esa trayectoria desalienante, (inorgánica y enigmática dirán Darío y Soledad, los amigos en cuestión) que va desde esos primeros años en los que se dieron cuenta que algo los hacía sentirse diferentes hasta que pudieron compartirlo con otro (un arduo proceso que llevaron adelante solos). Cómo no sentir orgullo lésbico y gay por eso que nos atraviesa y nos libera de mandatos horrorosos sobre el destino de nuestros cuerpos, nuestras identidades y nuestros deseos. Cómo no estar orgulloso con estos amigos.

Pero ojo! Que enseguida aparecen otros mandatos, ir a tal o cual boliche gay o barcito lésbico, escuchar Lady Gaga o Liliana Felipe, meterte en saunas para tipos o juntarse con otras tortas en la plaza de la Intendencia, usar una banderita de siete colores hasta en el culo, tener determinados cuerpos, usar determinadas marcas de ropa, pelear por el matrimonio gay, o sumarte a la lucha feminista. Hacer pilates o jugar al futbol. Decidirte: pasivo o activo, chonga o femme, si tu pija es grande tenés que dar, si sos flaquito recibir. Si sos masculina pagá vos los tragos, si sos femme no des el primer paso. Ante la homonormatividad agotadora hagamos el esfuerzo de recordar qué quisimos decir un día cuando le dijimos a alguien que éramos lesbianas, que éramos gays:

“No soy lo que se espera de mi, no cumplo con las expectativas que ingenuamente, injustamente y violentamente se tienen sobre mi persona. No soy lo que los demás piensan que soy, no soy los demás, no soy una prótesis, ni una promesa, ni una esperanza. No soy un hada madrina y mi complejidad no se reduce a cumplir los deseos de otros. Soy y seré lo que yo pueda, con suerte, lo que yo quiera”