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martes, 8 de febrero de 2011

Preguntas

Julio del 2010
Un amigo de Ecuador me hizo tres preguntas sobre la aprobación del matrimonio igualitario que me hicieron pensar un poquito más sobre algunas cuestiones...
Intento ensayar algunas respuestas o sistematizar algunas impresiones al respecto, a ver qué les parece.
las preguntas fueron más o menos estas ¿cuál ha sido el trabajo de las organizaciones sociales para obtener la aprobación? ¿cuales fueron los debates que se instauraron en la sociedad y las posiciones que asumieron los ciudadanos? y cuáles son las consecuencias inmediatas de esta modificación de la ley?
El trabajo para lograr la aprobación de la ley de matrimonio igualitario para todos y todas, “los mismos derechos con los mismos nombres” (como reza el slogan de la Federación Argentina de Gays Lesbianas Bisexuales y Trans) fue arduo y es el fruto de la combinación de los esfuerzos de varios sectores y diversas organizaciones de la sociedad.
Es importante destacar que si bien la agenda política que impulsó el matrimonio como propuesta legislativa central fue la de la Federación Argentina de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Trans (siguiendo casi al pie de la letra el modelo y las estrategias de la federación española GLBT), acompañaron activamente a este proceso social:
El trabajo realizado por la Comunidad Homosexual Argentina impulsando proyectos de Uniones Civiles que se fueron aplicando en distintas jurisprudencias del territorio nacional.
La visibilidad que distintas parejas de gays y lesbianas dieron sobre su problemática del desabrigo legal y el reclamo ante la justicia presentando numerosos amparos para obtener sus matrimonios. Sin olvidar el caso de una compañera trans que se unió civilmente con su pareja para visibilizar además el apoyo trans a la causa matrimonial.
El compromiso de los grupos de madres lesbianas.
Los dictámenes afirmativos de distintos jueces que fallaron a favor de uniones matrimoniales en distintas provincias del país.
El apoyo de la presidencia de la nación y de los grupos más fuertes en derechos humanos en la argentina, como por ejemplo abuelas de plaza de mayo.
La solidaridad de espacios académicos reconocidos y de distintos sectores culturales, de medios televisivos y radiofónicos que aprovecharon incluso entregas de premios, conferencias de prensa, estrenos de cine, teatro, espacios de ficción y cuanta aparición mediática se diera para afirmarse a favor del matrimonio igualitario.
Finalmente cabe reconocerle al fundamentalismo bochornoso, ridículo y penoso de la iglesia católica y los sectores más conservadores de la sociedad argentina un impacto positivo en la entrada de quienes integramos grupos más disidentes respecto de la agenda oficial. Muchos de los que estamos en contra de la jerarquía que ocupa la cuestión matrimonial-patrimonial en “LA” agenda GLBT y de la institución del matrimonio en general, nos sentimos profundamente interpelados por la homo-lesbo-trans-fobia de quienes con discursos oscurantistas, retrógrados y fascistas se oponían a la obtención de este derecho.
Creo que en este sentido la alta carga de violencia homofóbica que se destapó permitió que los reclamos por una agenda de derechos civiles como el matrimonio o la adopción adquirieran el carácter de “derechos humanos” ya que según se planteó el debate lo que se ponía en juego en el senado era decirle si o no a los discursos homófobos que niegan derechos, equiparando los argumentos de las derechas con posiciones nazis o racistas.
El debate no fue nada serio para ser honestos, las argumentaciones fueron bastante ingenuas y débiles de ambas partes. Muchos de los que reclamaban la aprobación del matrimonio dieron cuenta de argumentos profundamente sacralizados apelando a cuestiones más relacionadas a los valores simbólicos del matrimonio que a sus efectos y aplicabilidad real en la regulación del derecho.
Así por ejemplo algunos hablaban de amor y se esmeraban por dar cuenta de que el amor gay o lésbico es “el mismo amor” que el de las parejas heterosexuales y por eso merecía ser legislado, cuando todos sabemos que para acceder al matrimonio hetero el desamor nunca fue un impedimento. Igual ocurrió con el argumento de la promiscuidad, comenzó a debatirse si los homosexuales eran o no promiscuos por naturaleza, siendo que la promiscuidad e incluso el ser homosexual no le ha impedido ni le impedirá a ningún gay casarse con una mujer, cualquier mujer puede ser al mismo tiempo abiertamente lesbiana y reconociblemente promiscua sin que nadie le impida por ello casarse con un varón.
Creo que es un error pensar en derechos de las minorías y mayorías siendo que al ampliar el espectro de las posibilidades de uniones matrimoniales se beneficia también a los heterosexuales. La nueva ley no dice que los homosexuales y lesbianas también pueden casarse, la nueva ley dice que cualquiera que lo desee puede casarse con alguien de su mismo sexo.
Pensemos en la siguiente situación: a una madre soltera heterosexual que no guarda relación o no tiene familiares vivos, se le diagnostica un cáncer terminal, una buena forma de delegar la tenencia de sus hijos y de sus bienes, e incluso la responsabilidad de decidir sobre su propia salud cuando ella ya no pueda hacerlo a una persona confiable podría ser formar un matrimonio con alguien de su confianza, incluso si esa persona es una mujer. Sin embargo este tipo de razonamiento que piensa en el contrato matrimonial como una herramienta jurídica no ha aparecido en la discusión, aun cuando el matrimonio entre personas del mismo sexo pudiera extender las posibilidades de acción jurídica de cualquier ciudadano heterosexual.
Del mismo modo hemos contemplado discursos viciados de una alta carga de lesbofobia y (principalmente) homofobia internalizada, tanto homosexuales como heterosexuales a favor del matrimonio y la adopción explicaban una y otra vez que los hijos de homosexuales y lesbianas no tenían porqué ser también homosexuales o lesbianas, buscando bases científicas y estadísticas para aclarar esta cuestión sin hacerse cargo de que la pregunta acerca de la orientación sexual de los futuros hijos es cuando no pedofílica, violenta, homofóbica y sexista.
Suponer que es un tema angustiante o un problema en si mismo que un niño sea homosexual o una niña sea lesbiana, es suponer que hay algo de malo en ser homosexual o lesbiana.
Preguntarse qué hacer con los futuros niños que podrían ser gays o lesbianas es desconocer, invisibilizar y violentar a los niños que ya hoy son gays y lesbianas y no reciben ninguna protección a las violencias y discriminaciones que sufren a diario por parte de otros heterosexuales.
Proyectar el propio deseo y la propia orientación sexual en el cuerpo de un niño, de un hijo propio o ajeno que incluso aun no ha nacido me resulta sinceramente perverso. Esa mirada hipersexualizada y llena de expectativas hipersexualizantes puesta ahora principalmente sobre los cuerpos de los hijos (varones) de las familias homoparentales me parece sumamente inapropiada.
De hecho no es casual que haya más miedo a que un niño varón hijo de homosexuales sea también homosexual, cuando no violado por sus padres (como sugirió la conductora televisiva Mirtha Legrand), a que una niña hija de dos lesbianas sea también lesbiana. Creo que en la importancia jerarquizada que se da para preservar al varón (al ano cerrado del varón) o futuro macho de la especie es un síntoma profundamente machista y patriarcal del sistema heterosexista.
Creo que es la misma razón por la que se le da tanto descrédito y tan poca trascendencia a las miles de denuncias de niñas abusadas o violadas. Es realmente triste que la violencia de género se manifieste desde tan temprano en la protección diferenciada que reciben los cuerpos de los niños respecto de los de las niñas, los hijos de homosexuales respecto de los hijos de heterosexuales.
También en los discursos a favor del matrimonio se escucharon declaraciones profundamente transfóbicas del tipo “estamos hablando de que dos personas que se aman puedan adoptar, no de darle niños a UN travesti borracho” o “No estamos diciendo que las personas puedan decidir qué quieren ser, si varones o mujeres, estamos diciendo que dos varones o dos mujeres puedan unirse en matrimonio”. Pero quizás las posiciones más transfóbicas no fueron las de senadores y legisladores sino las del propio movimiento GLBT que propuso algo así como “Es más urgente en nuestras agendas obtener el matrimonio y la adopción para todas y todos que una ley de identidad de género para que las personas trans puedan ser inscriptas registralmente por su nombre, o trabajar a favor de la despatologización de las personas trans o para garantizar el acceso a la salud y a al educación de quienes por su expresión o identidad de género u orientación sexual no pueden hacerlo”.
Ese segundo lugar que se le dió a los derechos humanos violados sistemáticamente, incluso por el estado, por una agenda de derechos civiles para garantizar la regulación patrimonial también forma parte de una violencia importante que no se puede obviar.
Decir “Ahora vamos por la identidad de las trans y las travestis” sin incluir en el discurso a hombres trans y sin dejar de lado el papel de héroe homosexual para dar espacio a escuchar las propias voces y debates de la comunidad trans respecto de su identidad” es otra forma de paternalismo y de invisibilización.
Finalmente quiero decir que aunque se aprobó la ley de matrimonio igualitario para todas y todos, el matrimonio sigue siendo un beneficio que afecta a unos pocos. En la Argentina las cosas no han cambiado mucho: seguimos sin poder donar sangre porque se sospecha somos portadores de HIV y se confía más en este prejuicio que en la efectividad del testeo médico, aun podemos ser detenidos en las calles por “merodeo”, por usar ropas del sexo opuesto, etc. Hace apenas 4 meses que Natalia Gaitán fue asesinada por ser lesbiana y en los colegios públicos de la provincia de Salta la educación religiosa católica que nos condena todavía es obligatoria. Las travestis presas continúan en pabellones de varones, o de aislamiento, siguen recibiendo maltratos y siendo extorsionadas para que brinden favores sexuales.
La aprobación de la ley matrimonial parece haber sido un éxito que dignifica a todas las personas gays que ahora si pueden caminar por las calles de la mano porque el estado las protege, como escuché decir por allí, o porque sus padres volvieron a hablarles luego de años sin relación debido a que ahora 33 senadores presionaron el botón correcto, el botón del si al matrimonio.
A pesar de estas buenas nuevas lo que se dice es una mentira. La ley fue un fracaso para algunos de nosotros, no todos los gays podemos casarnos con "el hombre que amamos". Mi compañero es un hombre transexual y aun en el remoto caso de que nuestro amor sea el mismo que el de los heterosexuales y ahora también que el de los homosexuales, si quisiéramos casarnos, la ley no contemplaría nuestra unión matrimonial, ya que la ley no reconoce ni siquiera la identidad de mi compañero. Desde una perspectiva jurídica registralmente mi compañero fue asignado al sexo femenino y casarnos implicaría desconocer legalmente, nuevamente, su identidad.
Un detalle que a los impulsores de la ley se les olvidó es que para poder casarse primero hay que tener un nombre, una identidad inscripta en los registros del Estado y que esa inscripción o ese nombre no debe atentar contra la propia persona que lo porta, violentándola negándola o anulándola. Un detalle que al movimiento GLBT se le pasó por alto, con tanta comunidad homogénea supongo yo, es que no a todos los gays nos gusta el mismo tipo de hombres, ni el mismo tipo de cuerpo de hombre. Muchas lesbianas, de igual modo, se enamoran de travestis y de mujeres trans y estas parejas merecen, por qué no, poder casarse también sin que este hecho niegue la identidad que la conyugue trans adoptó para si misma
Al movimiento se le pasó por alto que no todos los gays ni todas las lesbianas somos iguales, ni siquiera ante la ley. Y que no siempre se trata O de cuestiones GayLésbicas O de cuestiones Trans, a veces las cuestiones trans son fundamentales para muchos gays y para muchas lesbianas ya que nos afectan directamente .
Juan Manuel Burgos

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