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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Qué cosa fuera, corazón, Qué cosa fuera. (transformismo/ travestismo)

026 de la Serie Diálogos-
Pablo Gonzalez Padilla y Juan Manuel Burgos
Imágen digital


… un amasijo hecho de cuerdas y tendones,un revoltijo de carne con madera,un instrumento sin mejores resplandoresque lucecitas montadas para escena.

…un testaferro del traidor de los aplausos,un servidor de pasado en copa nueva,un eternizador de dioses del ocasojubilo hervido con trapo y lentejuela




Silvio Rodriguez



Unos meses atrás fuimos con mi compañero al evento Beep solidario, no por ser solidarios, para qué engañarnos, sino porque una drag amiga hacía show. Tratándose de solidaridad propondría que hagamos el evento en algún galpón y que toda la plata de entradas vaya al comedor de niños. Creo que si l*s artistas donan todo su trabajo, es justo que donemos todo el valor de nuestras entradas y no sólo una parte de lo recaudado.

Volviendo a la historia hubo muchos detalles que me incentivaron esa noche a pensar sobre el tipo de relaciones que se “tejen” entre l*s distint*s artistas y el público en general: transformistas, drags, gays lesbianas y travestis. La cuestión de las diferencias estéticas y el caso de la performance drag lo dejaré para analizar en algún otra entrega, ahora quiero concentrarme en algo más urgente. Luego ustedes dirán si comparten esta urgencia conmigo.

Notamos con una gran amargura que l*s tranformistas que conducían el evento, más allá del humor ácido tan característico de sus shows, en ningún momento registraron la presencia de personas trans (travestis, transexuales, transgénero) en el lugar. Abrieron la noche preguntando por l*s espectadores:

-Buenas Noches!! Cómo están hoy?? Hay putos esta noche?? Hay tortitas?? ¿¿hay algún bisexual? ¿¿hay chongos esta noche?? ¿alguna drag por ahí?

El publico respondía siempre, porque si hay algo que un* puede hacer cuando alguien te nombra es responder, si hay algo que uno puede hacer cuando alguien te insulta en broma o en serio, es devolver el insulto o resignificarlo, o reírse o gritar o dejar de ir a esos shows. Pero cuando un* no es nombrad*, cuando nadie pregunta si hay chicas travestis (como si los chongos fueran para colaborar con el comedor) o si hay chicos transexuales, o algún* de es*s que se identifican como transgéneros, lo que sucede allí es que un* queda anulad*, en una posición imposible, como si no existiera.

Al no nombrar a las personas trans se las está discriminando, se las está excluyendo como público y como colegas. Es importante no olvidar que son varias las chicas trans que hacen show en el beep como Fernanda Salomón y Florencia Montreal, por nombrar algunas y que muchas de esas son las que sostienen la noche, las que más aplauden, las que atraen más clientes, las que más consumen, las que son solidarias.

Cuando terminó el show nos acercamos con mi compañero a Jenny McKenna y le hicimos la observación sobre esta cuestión. Pasaron varios meses de todo esto. La semana pasada volví a presenciar un show y las cosas seguían como estaban, nadie menciono la palabra travesti, todo era puto puto puto. Parecía gracioso pero era triste.

A veces pienso que el estado debería reconocer la identidad de las personas trans y permitir que su nombre aparezca en el documento, pienso que en los hospitales los médicos tendría que reconocer a todas las travestis y llamarlas por su nombre al igual que en las escuelas a cualquier chico o chica transexual… pero cuando llega la noche y decido salir a divertirme un poco, me compro una cerveza y me amontono para ver un show, descubro espantado que quienes deberían empezar a reconocer la existencia de las personas trans somos tod*s aquellos que disfrutamos de los privilegios que supone no ser una de ellas.

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