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viernes, 18 de diciembre de 2009

Sobre la serie HETEROTIPOS.-

Para llevar adelante la serie Heterotipos me propuese trabajar a partir de un texto de Joan Fontcuberta del libro El beso de Judas. Fotografía y verdad, el capitulo “Elogio del vampiro”. Aquí la noción de representación se revisa en el marco de la fotografía (y la relación de esta con los espejos), el autor explora las relaciones entre el objeto, la imagen, la verdad y la poética. Concluye así, en que la cámara fotográfica funciona como un dispositivo que se rige de acuerdo a las intenciones de su uso, y el resultado de la imagen fotográfica abarca desde una constatación científica hasta la fabulación poética.

El autor habla de categorías en el mundo de la representación tales como la seducción por lo real o, en contraposición, la presencia escondida y la desaparición. Para esto toma como ejemplos paradigmáticos a Diane Arbus y a Cindy Sherman asociándolas en cada caso a las figuras de Narciso y de los Vampiros. Para la primera la imagen fotográfica tiene una doble naturaleza (como documento y como arte) y presupone la existencia de un sujeto que observa y de una alteridad que es observada, de este modo la fotografía (el lenguaje) configura el lazo entre el objeto y el sujeto, y lo real es, para Arbus, el mundo físico, los hechos y las cosas tangibles que preexisten a nuestra experiencia. Para Sherman lo interesante no es la experiencia directa de la realidad sino justamente su sedimento, sus imágenes remiten a otras imágenes, para ella la identidad es un conjunto de clichés, sus disfraces evocan la despersonalización y la noción de identidad como puesta en escena, con lo cual nosotros mismos somos lenguaje, somos un producto cultural, la realidad es sólo un efecto de la construcción cultural. Fotografiar constituye una forma de reinventar lo real, de extraer lo invisible y de revelarlo.

Sumando a su análisis las propuestas de Daniel Canogar y de Keith Cottingham, Fontcuberta nos invita a pensar en el falso realismo, en la recreaciones artificiales pero realistas que dan por resultado unos montajes sin costuras, unos collages más mentales que físicos: Construcciones intelectuales que se muestran como tales, que intentan evidenciar la fragmentación entre la imagen y el objeto (la materia). Estas imágenes fotográficas que ya no encuentran sostén en la firmeza de nuestras creencias devienen “apariencia o huella, ficción o indicio”.

Siguiendo con esta propuesta de Fontcuberta, sobre la imagen fotográfica como representación, me interesa introducir algunas reflexiones de Judith Halberstam en las que ha explorado las relaciones entre masculinidad y representación desde una perspectiva histórica a partir de dos preocupaciones principales: por un lado la diferencia entre representación y representatividad (i) y por el otro la resistencia de la cultura hegemónica a aceptar la masculinidad en términos de performance (ii). Para esto Halbertam toma como referente la obra fotográfica de Del Lagrace Volcano, con quién trabajó conjuntamente en “The Drag King Book”. Señala haciendo una relectura de los actos del habla de Austin el concepto de representatividad (performatividad) entendido y desarrollado desde la teoría queer para referirse a los actos a través de los cuales los sujetos podemos construir la realidad, en este caso el enfoque está puesto en la construcción del género (aunque también indica la necesidad política de no descuidar otras relaciones en la construcción de la representación de la masculinidad con la raza y la clase). De este modo se abre al interrogante: ¿cuál es la relación entre esta concepción de la representatividad (relacionada con la creación de identidad) y las representaciones teatralizadas que articulan las escenificaciones de los drag kings? Por otro lado va a cuestionar las concepciones históricas de la feminidad como representación (como mascarada) y la tendencia a pensar en la masculinidad como una identidad antiperformativa (como aquello que no se puede representar).

La distinción entre drag kings y trangéneros, señaló Judith Halberstam, es muy ilustrativa para entender la diferencia entre representatividad y representación. Así, mientras las primeras buscan una escenificación teatralizada de la identidad masculina que incluso presupone una audiencia, los trangéneros optan por una vivencia de la masculinidad más orgánica e integrada en su vida cotidiana.

Nuevamente se trazan las relaciones entre representación y verdad, sólo que esta vez los cuestionamientos van más allá del acontecimiento artístico, lo que plantea la filósofa es pensar al género todo como una construcción performativa y a la identidad de género como un juego de espejos en el que la performance artística de los drag Kings viene a ser una vuelta de tuerca más del concepto de representación que nos coloca ante una performance de la masculinidad que ya no se inspira en un supuesto "original masculino", sino en una escenificación anterior de la masculinidad: Tal es el caso de un drag King que emula a otro drag King que a su vez imita a Elvis Presley .

Tanto la teórica como el artista asumen la existencia de una fuerte conexión entre el sujeto de la enunciación y el objeto de estudio en sus investigaciones sobre las prácticas performativas de la masculinidad. Al respecto dice Del: “Soy un terrorista del género […] un terrorista del género es cualquiera que consciente e intencionadamente subvierte, desestabiliza y desafía el sistema de género binario…"

El proyecto que emprendí originalmente en el contexto de la cátedra Lenguaje Plástico Geométrico II, de la Universidad Nacional de Córdoba, denominado Heterotipos, consiste en trabajar desde la imagen fotográfica reflexionando sobre estas nociones representatividad y representación, cuestionando no sólo creencia de una transparencia entre la imagen fotográfica y la realidad, sino entre las nociones de masculinidad y verdad ( no representable), y del binario sexo-género.

Siguiendo la propuesta de Del Lagrace Volcano me planteo trabajar con mujeres que personifiquen estereotipos de masculinidad, pensar en transformar a personajes que de otro modo serían considerados abyectos en íconos culturales, indagar sobre registros locales de masculinidades. En este caso las propuestas fotográficas no tendrían como objetivo un registro testimonial (ya que de hecho no hay en Córdoba un movimiento drag king) aunque considero que puede resultar muy interesante que a través de la invitación lúdica para estas fotografías las prácticas drag kings adquieran mayor visibilidad en los espacios artísticos y públicos.

Es de mi interés trabajar estas imágenes a dos niveles (con dos tipos de fotografías): por un lado que el personaje interpele con la mirada y la pose al espectador, la plena autoconsciencia del registro fotográfico, por el otro que el personaje no mire directamente a la cámara, sino que este interactuando con el espacio (Escenográfico) haciendo la parodia (y por qué no la ironía de la masculinidad).
Para la materialización de este proyecto me encargaré tanto de la caracterización (vestuario, maquillaje y diseño) del personaje y de la escenografía como de la edición (de las fotografías).
Con respecto al montaje de las fotografías, es decir a la forma de hice lo siguiente:
revelé las fotografías en tamaño A3 (unas 15 fotos) sobre papel adhesivo y pegué las imágenes en baños públicos (de varon/hombre/sexo masculino) de la universidad, sobre mingitorios, con esta intervención buscaba:

a) Unas condiciones y un contexto de enunciación alegórico y periférico.

b) Mantener cierto anonimato como autor de las piezas fotográficas (silenciar un poco esto)

c) Desacralizar en alguna medida a las piezas en tanto "obras"

d) Que la escala devenga grande o macro teniendo en cuenta la posición de los espectadores que orinan en los mingitorios (la fotografía ocupó todo su campo visual)

e) Los usuarios de los urinarios devienen público, y se ven interpelados de manera homoerótica y paródica por los estero(tipos) de la fotografía mientras sostienen su pene entre las manos, recordemos que los baños públicos (lugares de reafirmación de la masculinidad por excelencia) funcionan como una tecnología de género*.

d) Todas las mujeres que colaboraron en la realización fotográfica ingresaron a través de la imagen, como hombres (contrarepresentacionalmente), al espacio público (y privado) de esos baños.

e) La obra se tornó efímera, fue intervenida y violentada por profundas y arraigadas fobias sociales, como así también se rescato su dimensión estética, lúdica y de intercambio debido a la actividad graffitera que caracteriza a estos espacios

*Recordemos el articulo "Basura y Género" de Beatriz Preciado, en el que la autora habla sobre la construcción del género en los baños públicos.

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