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domingo, 7 de febrero de 2010

6 de febrero-


BUCAL / burgos + cabral intervenciones.

sábado, 2 de enero de 2010

Córdoba Invertida. El nomenclador marica.
















Tipo de Obra:

Libro-Objeto. (con posibilidades de que el espectador intervenga la obra con anotaciones, dependiendo del grado de seguridad de la sala de exposición).

Síntesis de la Obra:

“Córdoba Invertida, el nomenclador marica” Esta propuesta camp es una pieza que podría reconocerse dentro de la tradición del libro-objeto, se trata para ser más específicos de un nomenclador cartográfico (de esos que se consiguen en cualquier kiosco de revistas) intervenido al modo de bitácora. Podríamos definir la poética de esta intervención como anti-estética o de estética negativa, enmarcada en concepciones que se han dado a llamar feísmos o apropiación inapropiada.

La idea de “invertido” viene a denominar por un lado el modo de apropiación del objeto (darlo vuelta) y a la vez a reafirmar la poética (inapropiada, paródica, retorcida) y la temática (marica, gay, perversa) del mismo.

Este nomenclador encuentra su fundamento bajo el supuesto de que existen dos (cuando no varias) Córdobas superpuestas, que comparten el mismo territorio pero que no se tocan, o rara vez se tocan. Visibilizar (recordando “las Ciudades Invisibles” de Ítalo Calvino) las relaciones de fuerza y los encuentros de ciertos cuerpos e identidades que se forjan bajo las mismas luces y sobre las mismas calles de una Docta conservadora y cristiana es el objetivo principal de este libro-objeto.

El fin utilitario que para los interesados o curiosos (voyeuristas) pueda tener el nomenclador por su carácter informativo (datos, mapas, teléfonos, mails, vocabularios, direcciones web, consejos, etc) lo corre aún más del grueso de las piezas, consideradas habitualmente, artísticas y lo acerca al espectador.

Se produce por el mal uso de los malos materiales (marcadores, fibrones, plasticotas y brillantinas) una desacralización total de la obra, hay un borramiento (pese a la firma) del autor/productor y un desplazamiento hacia el concepto de saber popular. Las anotaciones, las historias, las manchas y las marcas no son de nadie y son de todos al mismo tiempo, tal como se concibe el espacio urbano habitualmente.






* * *


“El camp es un estado de ánimo en el que se ridiculiza algo que se ama, y se lo ridiculiza para demostrar que, con toda su probable carga negativa, es indestructible. Si yo hago esa operación (…), es sólo para recuperar su fondo de auténtica poesía”.










Citado por Cristina Fangmann: “De la tentación a la traición...”,





en: Encuentro Internacional Manuel Puig, ed. cit., p. 123.

INTERSEXIONES- OBRA OBJETUAL INTERACTIVA

















lunes, 21 de diciembre de 2009

Los Huevos de Oro.








Dedicado a Giancarlo Cornejo quién supo despertar con sus ensayos, que hermosamente integran teoría queer con experiencia encarnada, a ese niño marica que fui. Quién supo despertar también mis ganas de escribir esta historia.




“Para un niño protogay identificarse con lo masculino (o masculinamente) puede implicar su propia borradura”.

Eve Kosofsky Sedgwick (1993: 161)




Cuando era niño, habré tenido unos ocho años para aquel entonces, estaba fascinado con una gallinita de plástico que ponía huevos con sólo presionarle el cuerpo, la vendían en Tiendas Ninní, una mercería-bazar del barrio Altamira. La mercería aun existe y la señora Ninní también. Era época próxima a la fiesta de navidad y yo buscaba excusas para que con mi madre pasásemos frente a la vidriera donde se exhibía la gallina.

Cuando estábamos cerca me adelantaba unos pasos correteando y me pegaba con las dos manos al vidrio, quizás se trate éste de mi primer recuerdo aurático y fetichista. Quería hacerle saber cuánto me gustaba esa gallina, que ahora imagino su valor era equivalente a unos diez pesos actuales, pero mi madre no lo registraba y si lo registraba no le daba (o no quería darle) ninguna importancia.

Si bien todavía no lo había confirmado, sospechaba que Papá Noel o el Niñito Dios (no tenía muy en claro quién era quién) no existía como tal, sino que se trataba de mis padres; de ahí mi insistencia para que mamá notase cuánto deseaba ese juguete.
Mi primo Tomás unos cinco años mayor que yo me repetía todo el tiempo que el Niño Dios no era real, que Papá Noel era mi papá. Yo percibía que Tomás quería fastidiarme, que lo decía para molestarme, para desencantarme. Cuando lo acusaba a éste con mi madre ella nuevamente no le daba ninguna importancia al hecho, me miraba y sonreía. Era dulce mi madre, pero de una dulzura inquietante.

Llegó la navidad y como es costumbre todos los mecanismos de las tecnologías performadoras de sexo y de género, como aquellos para el disciplinamiento de los cuerpos, se pusieron en marcha:

La gran madre, mi abuela, cocinaría todo (incluso aquellos mismos platos que mis tías se disputaban por llevar a la cena) y no cedería espacio para la consagración de ninguna de sus hijas como buenas amas de casa, como buenas cocineras. Las bombachas rosas como signos distintivos de pertenencia a un mundo desencantado, adulto y sexuado aparecían junto al árbol destinadas a todas las mujeres de la familia mayores de 13 años (a todas aquellas que, como se esperaba, ya menstruasen).

El balance acrítico, o la evaluación masturbatoria, que los varones de la familia hacían sobre su exitoso año laboral, la actualización de los modelos de sus autos, o las flamantes vacaciones que esperaban para los suyos eran directamente proporcionales a la cantidad de vino que servían en sus copas, a las excesivas inversiones en fuegos artificiales, a los manojos de llaves que colgaban de sus pasacintos, al tamaño de sus pijas.

Las mujeres cuchicheaban y se oprimían horizontalmente, sin ninguna solidaridad filial o de género: las hermanas, las primas, las tías y mi abuela se reunían en la cocina, en el baño, en el dormitorio, junto al armario donde guardaban los abrigos y las carteras, hasta en el garaje se amontonaban para chismosear y criticarse unas a otras, circulando coreográficamente por la casa. Mi madre siempre era la de las faldas más cortas, la del escote más pronunciado.

Los varones en cambio, desde temprano se reunían en la mesa principal alrededor de mi abuelo. Supongo (recuerdo) que para rendirle cuentas o para ganar su aprecio, un circo parecido a lo que hoy se conoce como un striptease, todos intentaban seducirlo, ser mirados por el padre, una palmada, una palabra, todos lo alababan, todos le festejaban cualquier ocurrencia y se peleaban por servirlo. En el fondo los varones de la familia añoraban el visto bueno de mi nono, su aprobación, deseaban algún gesto cariñoso, alguna confidencia, un contacto mínimo, un roce afirmativo y, porqué no, que les colocara algún que otro billete enrolladito en el pecho. O en el culo, al caso da igual.

Misterios de la homosociabilidad.

Y nos dieron las doce, el paquete de mi regalo era bastante grande. Por unos segundos especulé con la idea de que adentro habría cuatro o cinco gallinitas, pensé que como no sabían de qué color la quería, en una de esas me regalaban gallinitas blancas, rojas y anaranjadas. Esa idea duró sólo unos segundos, en cuanto abrí el envoltorio un mar de lágrimas me invadió los ojos y desconsoladamente comencé a llorar.
Chillaba con un berrinche que ni Andrea del Boca podría haber superado en su mejor actuación. Me habían regalado un Mercedes Benz rojo a control remoto, de unos sesenta centímetros de largo. Lo odié. Los odié. Descubrí que Papá Noel no era otro que mi padre, ese rojo era su auto favorito. Le había costado un sueldo entero el juguete, era lo que a él, siempre contaba, le hubiese encantado que le regalen cuando niño. Mi padre también me odió. Yo no sólo lloraba por el auto (por ese modo con que mis padres me desconocían), empecé a gritar también que quería mi gallinita, una y otra vez, cada vez más y más fuerte. Vi la frustración en la cara de mi padre, y vi el gesto de triunfo en los rostros de mis tíos. Todo ese sueldo tirado a la basura.

La navidad murió esa noche para mí. Papá Noel era mi padre, era mi abuelo, eran ellos, los machos proveedores. El Niño Dios era varón, heterosexual y aceptaba la voluntad del Padre. El niño también murió esa noche. Les enseñé que ese Niño no existía más que sus cabezas, que mi deseo marica lo había matado.[1] Palpé con dolor todas esas expectativas horrendas (machistas, repoductivistas) puestas en mí y se las devolví como un escupitajo vociferando que quería mi gallina, vociferando que nunca sería heterosexual como ellos esperaban.

Me compraron la gallina unos días después. En esos días aprendí a elaborar mis primeros mecanismos de defensa, de supervivencia: La resignificación, La resemantización del objeto. Antes de conocer si quiera la existencia de un tal Duchamp, yo ya lo había experimentado.

Mi abuela me regaló un salero y pimentero de cerámica con forma de huevos apoyados dentro de una canastita en cuyo centro había otra pieza, también de cerámica, que emulaba una gallina, otro obsequio navideño errado, al menos para mi abuela que ya tenía como siete saleros. Desde entonces amo el Kitsch.
Por lo demás en el Mercedes rojo viajaron durante varios meses las muñecas Barbies -rubias, rosadas y sonrientes- que tan expectantes le regalaron a mi hermana Macarena para esa navidad.



[1] Giancarlo Cornejo cita en su ensayo Mi declaración de guerra al niño heterosexual a Kathryn Bond Stockton (2002) cuando nos dice que la existencia del niño gay es retroactiva. Sólo ahora puedo decir que “a los ocho años yo era un niño maricón”, pero en ese momento, a los ochos años, me resultaba imposible dado el sistema cultural heteropatriarcal poder declarar “yo soy un niño maricón”. Un niño maricón siguiendo esta idea es el signo de la muerte de un niño heterosexual.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Taller de Pensamiento y Reflexion Gay en Córdoba

Volante Taller de reflexión y pensamiento gay
Edición :Juan Manuel Burgos


Taller de Pensamiento y Reflexión en torno a cuestiones Gays I
Algunos Objetivos:

Compartir experiencias con otros varones gays u homosexuales.

Poder contar/ narrar/ verbalizar nuestra posición frente a la condición gay, nuestra autoconciencia con respecto a este anclaje identitario, y compararla con las experiencias de los otros compañeros.

Poder contar/ narrar/ verbalizar experiencias de visibilidad y afirmación, rescatar los puntos positivos de estas experiencias, las ventajas y los beneficios de la visibilidad como así también los riesgos, y desventajas potenciales que supone cada nueva afirmación.

Poder contar/ narrar/ verbalizar experiencias en las que uno haya padecido violencias (físicas, psicológicas, verbales, etc.) debido a su orientación sexual o a su expresión de género, los modos en que esas violencias fueron superadas o marcaron nuestra historia personal.

Brindar y ayudar a detectar algunas herramientas que nos fortalezcan y empoderen para salir del closet, es decir para poder aceptar nuestra propia orientación sexual y compartirla o hacerla extensiva con los demás.

Poder detectar algunas formas de violencias, de fobias internalizadas y de aquellas operaciones homofóbicas que son poco evidentes.

Recuperar en las distintas experiencias de los participantes del taller fortalezas, estrategias y riesgos, que podamos evaluar y aplicar para optimizar nuestra propia experiencia personal.

Taller Drag King en Córdoba.


Volante Taller Drag King en Córdoba
Texto Bruno Viera.
Edición Juan M. Burgos.

Sobre la serie HETEROTIPOS.-

Para llevar adelante la serie Heterotipos me propuese trabajar a partir de un texto de Joan Fontcuberta del libro El beso de Judas. Fotografía y verdad, el capitulo “Elogio del vampiro”. Aquí la noción de representación se revisa en el marco de la fotografía (y la relación de esta con los espejos), el autor explora las relaciones entre el objeto, la imagen, la verdad y la poética. Concluye así, en que la cámara fotográfica funciona como un dispositivo que se rige de acuerdo a las intenciones de su uso, y el resultado de la imagen fotográfica abarca desde una constatación científica hasta la fabulación poética.

El autor habla de categorías en el mundo de la representación tales como la seducción por lo real o, en contraposición, la presencia escondida y la desaparición. Para esto toma como ejemplos paradigmáticos a Diane Arbus y a Cindy Sherman asociándolas en cada caso a las figuras de Narciso y de los Vampiros. Para la primera la imagen fotográfica tiene una doble naturaleza (como documento y como arte) y presupone la existencia de un sujeto que observa y de una alteridad que es observada, de este modo la fotografía (el lenguaje) configura el lazo entre el objeto y el sujeto, y lo real es, para Arbus, el mundo físico, los hechos y las cosas tangibles que preexisten a nuestra experiencia. Para Sherman lo interesante no es la experiencia directa de la realidad sino justamente su sedimento, sus imágenes remiten a otras imágenes, para ella la identidad es un conjunto de clichés, sus disfraces evocan la despersonalización y la noción de identidad como puesta en escena, con lo cual nosotros mismos somos lenguaje, somos un producto cultural, la realidad es sólo un efecto de la construcción cultural. Fotografiar constituye una forma de reinventar lo real, de extraer lo invisible y de revelarlo.

Sumando a su análisis las propuestas de Daniel Canogar y de Keith Cottingham, Fontcuberta nos invita a pensar en el falso realismo, en la recreaciones artificiales pero realistas que dan por resultado unos montajes sin costuras, unos collages más mentales que físicos: Construcciones intelectuales que se muestran como tales, que intentan evidenciar la fragmentación entre la imagen y el objeto (la materia). Estas imágenes fotográficas que ya no encuentran sostén en la firmeza de nuestras creencias devienen “apariencia o huella, ficción o indicio”.

Siguiendo con esta propuesta de Fontcuberta, sobre la imagen fotográfica como representación, me interesa introducir algunas reflexiones de Judith Halberstam en las que ha explorado las relaciones entre masculinidad y representación desde una perspectiva histórica a partir de dos preocupaciones principales: por un lado la diferencia entre representación y representatividad (i) y por el otro la resistencia de la cultura hegemónica a aceptar la masculinidad en términos de performance (ii). Para esto Halbertam toma como referente la obra fotográfica de Del Lagrace Volcano, con quién trabajó conjuntamente en “The Drag King Book”. Señala haciendo una relectura de los actos del habla de Austin el concepto de representatividad (performatividad) entendido y desarrollado desde la teoría queer para referirse a los actos a través de los cuales los sujetos podemos construir la realidad, en este caso el enfoque está puesto en la construcción del género (aunque también indica la necesidad política de no descuidar otras relaciones en la construcción de la representación de la masculinidad con la raza y la clase). De este modo se abre al interrogante: ¿cuál es la relación entre esta concepción de la representatividad (relacionada con la creación de identidad) y las representaciones teatralizadas que articulan las escenificaciones de los drag kings? Por otro lado va a cuestionar las concepciones históricas de la feminidad como representación (como mascarada) y la tendencia a pensar en la masculinidad como una identidad antiperformativa (como aquello que no se puede representar).

La distinción entre drag kings y trangéneros, señaló Judith Halberstam, es muy ilustrativa para entender la diferencia entre representatividad y representación. Así, mientras las primeras buscan una escenificación teatralizada de la identidad masculina que incluso presupone una audiencia, los trangéneros optan por una vivencia de la masculinidad más orgánica e integrada en su vida cotidiana.

Nuevamente se trazan las relaciones entre representación y verdad, sólo que esta vez los cuestionamientos van más allá del acontecimiento artístico, lo que plantea la filósofa es pensar al género todo como una construcción performativa y a la identidad de género como un juego de espejos en el que la performance artística de los drag Kings viene a ser una vuelta de tuerca más del concepto de representación que nos coloca ante una performance de la masculinidad que ya no se inspira en un supuesto "original masculino", sino en una escenificación anterior de la masculinidad: Tal es el caso de un drag King que emula a otro drag King que a su vez imita a Elvis Presley .

Tanto la teórica como el artista asumen la existencia de una fuerte conexión entre el sujeto de la enunciación y el objeto de estudio en sus investigaciones sobre las prácticas performativas de la masculinidad. Al respecto dice Del: “Soy un terrorista del género […] un terrorista del género es cualquiera que consciente e intencionadamente subvierte, desestabiliza y desafía el sistema de género binario…"

El proyecto que emprendí originalmente en el contexto de la cátedra Lenguaje Plástico Geométrico II, de la Universidad Nacional de Córdoba, denominado Heterotipos, consiste en trabajar desde la imagen fotográfica reflexionando sobre estas nociones representatividad y representación, cuestionando no sólo creencia de una transparencia entre la imagen fotográfica y la realidad, sino entre las nociones de masculinidad y verdad ( no representable), y del binario sexo-género.

Siguiendo la propuesta de Del Lagrace Volcano me planteo trabajar con mujeres que personifiquen estereotipos de masculinidad, pensar en transformar a personajes que de otro modo serían considerados abyectos en íconos culturales, indagar sobre registros locales de masculinidades. En este caso las propuestas fotográficas no tendrían como objetivo un registro testimonial (ya que de hecho no hay en Córdoba un movimiento drag king) aunque considero que puede resultar muy interesante que a través de la invitación lúdica para estas fotografías las prácticas drag kings adquieran mayor visibilidad en los espacios artísticos y públicos.

Es de mi interés trabajar estas imágenes a dos niveles (con dos tipos de fotografías): por un lado que el personaje interpele con la mirada y la pose al espectador, la plena autoconsciencia del registro fotográfico, por el otro que el personaje no mire directamente a la cámara, sino que este interactuando con el espacio (Escenográfico) haciendo la parodia (y por qué no la ironía de la masculinidad).
Para la materialización de este proyecto me encargaré tanto de la caracterización (vestuario, maquillaje y diseño) del personaje y de la escenografía como de la edición (de las fotografías).
Con respecto al montaje de las fotografías, es decir a la forma de hice lo siguiente:
revelé las fotografías en tamaño A3 (unas 15 fotos) sobre papel adhesivo y pegué las imágenes en baños públicos (de varon/hombre/sexo masculino) de la universidad, sobre mingitorios, con esta intervención buscaba:

a) Unas condiciones y un contexto de enunciación alegórico y periférico.

b) Mantener cierto anonimato como autor de las piezas fotográficas (silenciar un poco esto)

c) Desacralizar en alguna medida a las piezas en tanto "obras"

d) Que la escala devenga grande o macro teniendo en cuenta la posición de los espectadores que orinan en los mingitorios (la fotografía ocupó todo su campo visual)

e) Los usuarios de los urinarios devienen público, y se ven interpelados de manera homoerótica y paródica por los estero(tipos) de la fotografía mientras sostienen su pene entre las manos, recordemos que los baños públicos (lugares de reafirmación de la masculinidad por excelencia) funcionan como una tecnología de género*.

d) Todas las mujeres que colaboraron en la realización fotográfica ingresaron a través de la imagen, como hombres (contrarepresentacionalmente), al espacio público (y privado) de esos baños.

e) La obra se tornó efímera, fue intervenida y violentada por profundas y arraigadas fobias sociales, como así también se rescato su dimensión estética, lúdica y de intercambio debido a la actividad graffitera que caracteriza a estos espacios

*Recordemos el articulo "Basura y Género" de Beatriz Preciado, en el que la autora habla sobre la construcción del género en los baños públicos.